Pues un guerrero cántabro con más valor que vergüenza. Un líder que se enfrentó a los mismísimos romanos en tiempos del emperador Augusto. ¿Y lo mejor? Que cuando pusieron precio a su cabeza, fue él mismo quien se presentó a cobrar la recompensa. ¿Cómo te quedas? 

 

De su leyenda nos sedujo la energía y el coraje del guerrero pero, sobre todo, la agudeza y el ingenio del personaje que forjó ese mito. Hace 40 años cuando se fundó nuestra compañía, no dudamos en usar su nombre para impregnarnos de ese ímpetu, esa firmeza, ese espíritu indomable... y, claro está, ese sentido del humor que necesitábamos para lanzarnos a la aventura del teatro aficionado.

 

Y aquí seguimos. Con el vigor de su nombre por bandera, la misma pasión de siempre sobre las tablas y aún con muchas ganas de guerra (pero de la buena).